José Antonio Luengo
Publicado en Revista de la Fundación César Navarro. Año III, nº 10. Octubre-Noviembre, 2008
La violencia de género representa una de las experiencias más demoledoras y traumáticas de la sociedad actual. No hay duda. Violencia contra las mujeres, machismo repugnante que destroza la vida, arrincona, veja, amenaza… Actos violentos que machacan y cercenan las ilusiones por seguir viviendo, la alegría por ver el nuevo día, por estar en el mundo. A veces el destino es la muerte. Sin más. En el momento en que escribo estas líneas son ya 51 las mujeres que a lo largo del presente año han perdido la vida a manos de sus parejas o ex parejas. 51 mujeres que a lo largo de estos casi nueve meses han dejado de respirar. El sufrimiento que tuvieron que soportar hasta ese momento culminó en la mayor de las ignominias. El odio lacerante, abominable de quien acabó con su vida maquinó e instrumentó la trágica acción. Matar. Sin más miramientos. Sin más historias. Ahí queda eso. Una vida menos. Y más dolor, terrible dolor. Por la vida perdida, por los que quedan. El dolor y la tragedia de los que quedan. El dolor, en ocasiones invalidante, de quienes no pueden entender que el trágico desenlace no haya podido evitarse. Atrás han quedado el maltrato psicológico, la exclusión permanente, los insultos, las palizas… Atrás han quedado las miradas de los hijos, sus terribles sufrimientos, su propio dolor, el psicológico y en no pocos casos el físico. También el físico. No podemos ni imaginar la dimensión del sufrimiento de las víctimas. El previo y el posterior.
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Pero no todos los casos acaban en la tragedia de la muerte. Según los últimos datos, el Gobierno de la nación protege en la actualidad a 10.300 mujeres víctimas la violencia de género a través del servicio de teleasistencia móvil. Desde la puesta en marcha de este sistema, en 2005, un total de 15.975 mujeres maltratadas han utilizado este instrumento destinado a salvaguardar su integridad física frente a la amenaza de sus maltratadores. Pensemos en la dimensión cuantitativa y cualitativa de los datos. Pensemos en los impactos brutales que están detrás de las cifras. La tragedia humana se viste de negro en nuestras calles y plazas y, a pesar de los esfuerzos de todos, nos cuesta avanzar. Nos cuesta y mucho. Los datos nos remiten al sufrimiento de muchas personas y, sin embargo, la sensibilización de la población no parece alcanzar las cotas deseables. Llama la atención, a modo de ejemplo, que tan solo el 2,8% de la sociedad española considere la violencia de género como un problema grave, según ha manifestado la vocal del Consejo General del Poder Judicial en el Observatorio contra la Violencia de Género, o que, según el Delegado del Gobierno para la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad, el 94% de los españoles asocie el problema a la ingesta de alcohol y drogas. Es imprescindible avanzar en los procesos de sensibilización, aclarar conceptos e ideas, visibilizar el escenario en su conjunto y definir sus consecuencias y, por supuesto, educar en el respeto, la tolerancia y la igualdad a nuestros hijos y alumnos. Existen otras dimensiones para atajar esta lacra, pero las citadas son medidas inexcusables.
[1] Informe sobre muertes violentas en el ámbito de violencia domestica y de genero en el año 2007. Consejo General del Poder Judicial
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