6 de octubre de 2011

La educación del afecto y del amor

José Antonio Luengo
Todos sabemos lo que es el afecto. En alguna ocasión lo hemos experimentado, más bien en muchas, unas veces dándolo, otras recibiéndolo. Hablamos de un sentimiento que nos aproxima al interior del otro, que nos hace sentirnos unidos a él, a sus circunstancias, a sus cosas, a sus intereses y necesidades. Nos une una emoción, unas ganas de darnos, de meternos en el otro, de hacerle sentir bien, quererle, abrazarle con los ojos, con el cuerpo, con la mente, con el alma. Produce bienestar, darlo y, sobre todo, recibirlo, claro. Da seguridad. Sobre todo recibirlo. Aumenta la autoestima, especialmente cuando viene hacia a mí, cuando me abraza. 

Primer error. Educamos para recibir y disfrutar del afecto 
Disfruta lo que te está pasando, valora la cantidad de gente que te quiere, que te estima, que piensa en ti, que daría algo por ti... Y no nos damos cuenta de que lo más bello del afecto, como sentimiento y emoción, es, precisamente, darlo, expresarlo, comunicarlo. Darnos, dar cariño, hacer sentir al otro que estás ahí. La sonrisa, la alegría, el abrazo, el piropo sincero, el gesto amable, el cariño incontestable. Darlo, darnos, hacer sentir que el otro es importante, especial. Y dar sin esperar, sin pedir, solo porque sí, porque se estima, porque se quiere. Con sus cosas buenas y menos buenas. Forman parte de ti, de tu vida, de tus pensamiento y sentimientos. 

En ocasiones el afecto se trasforma en algo más, en un sentimiento de pertenencia que puede entenderse mutuo. O no. De vez en cuando el afecto muta y deviene en sentimiento puro de amor. Secuencia o correlato del flechazo. O no. Discurso del enamoramiento, de mariposas en el estómago. Consecuencia de la química, del sentirse especialmente a gusto, de querer más, cada vez más. De vivir casi instalado en el otro. En el corazón y el alma del otro. 

Segundo error.  Querer a alguien pero para mí
Quererle para disfrutarle. Quererle para tenerle, para estar siempre con él, poseerle, incluso. Es el momento del sentimiento en estado puro, de cierta locura posesiva, inocente o no. Consciente o no. Explícita o no. La pertenencia, la posesión... y la inseguridad. ¿Querer? ¿Es eso querer? Libre te quiero, como arroyo que brinca de peña en peña..., pero no mía. Grande te quiero como monte preñado de primavera..., pero no mía... Blanca te quiero como flor de azahares sobre la tierra, pero no mía... Pero no mía, ni de Dios ni de nadie, ni tuya si quiera...(dice la canción de Amancio Prada). Amar es un sentimiento profundo y bello, pero solo desde la libertad, desde el respeto, la admiración, la complicidad y la risa; desde la empatía y el llanto compartido. Pero no mía. Pero no mía. Querer sin pedir, la sonrisa, la mirada transparente, la experiencia de querer siempre lo mejor para quien se quiere, incluso si dejan de quererte.

Descubrir las claves para la educación y el aprendizaje del afecto y el amor es un reto permanente. Confiamos en nuestra capacidad de trasmitirlo con la palabra, con la mirada incluso, con la lectura, interpretación y comunicación de las cosas que han pasado, que nos han pasado. Y confiamos en que quien nos escucha capte sin más la esencia de las cosas. 

Tercer error. Solo hay que decir lo que hay que hacer para que otros aprendan
La enseñanza vive, debe vivir, en el ejemplo permanente, casi silencioso, la influencia callada, prudente, discreta, la actitud entregada a quien nos rodea. El aprendizaje se instala, debe instalarse en la propia experiencia, en la vida que construimos, la que tejemos cada día. Surge probablemente del dolor de lo que nos pasa, de lo que nos pasó, de lo que pudo pasarnos. Y surge también de la visualización inteligente de dónde estamos, de quienes somos, de qué se nos pide. El presente es pasado en milésimas de segundo, y el pasado ya no es vida. La vida la tenemos delante cada instante y es ahí, en ese espacio, donde han de edificarse las formas de afecto y amor que emanan de la libertad, la propia y la ajena. Pensar en los demás como sujetos de afecto y amor. Alejarse de los objetos, acercarse a los protagonistas. Ellos, y, entre ellos nosotros, seremos capaces de mirar cada instante como un presente lúcido... y mirar el fututo como un reto para el crecimiento personal en la libertad, el respeto, el cariño y el amor incondicional. Seamos quienes seamos, estemos con quienes estemos. Costoso aprendizaje. Para toda la vida, imagino.


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José Antonio Luengo Latorre es Catedrático de Enseñanza Secundaria de la especialidad de Orientación Educativa. Es Decano-Presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España. Licenciado en Psicología. Habilitado como Psicólogo Sanitario por la CM y experto en Psicología Educativa y en Psicología de la actividad física y del deporte (Acreditación del Consejo General de la Psicología de España).. Desde octubre de 2002, ocupó el cargo de Secretario General de la Oficina del Defensor Menor en la Comunidad de Madrid y desde julio de 2010 fue el Jefe del Gabinete Técnico del Defensor del Menor, hasta la supresión de la Institución, en junio de 2012. Ha sido profesor asociado de la Facultad de Educación de la UCM y de la UCJC. Es profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En la actualidad es psicólogo de la Unidad de Convivencia. Coordinador del Equipo de apoyo socioemocional, dependiente de la Subdirección General de Inspección Educativa de la Consejería de Educación de la CM. Twitter: @jaluengolatorre

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