27 de mayo de 2013

La OMS presenta su Plan de Acción para la Salud Mental (2013-2020)

La OMS presenta su Plan de Acción para la Salud Mental (2013-2020)


Esta semana se está celebrando en Ginebra, la Asamblea Mundial de la salud, donde la OMS presentará un borrador del Plan de Acción para la Salud Mental 2013-2020, cuya finalidad global es fomentar el bienestar mental, prevenir los trastornos mentales, proporcionar atención, mejorar la recuperación, promover los derechos humanos y reducir la mortalidad, morbilidad y discapacidad de las personas con trastornos mentales.

Según los datos aportados por la OMS, la carga de trastornos mentales sigue aumentando y tiene grandes repercusiones en la salud, además de importantes consecuencias sociales, económicas y para los derechos humanos en todos los países del mundo.

Se estima que los desórdenes mentales y neurológicos afectan en el mundo a unos 700 millones de personas, la mayoría de las cuales no cuentan con la atención psicológica adecuada. Las cifras son escalofriantes, unos 350 millones de personas en el mundo padecen depresión; 90 millones conviven con un desorden de abuso de sustancias; 50 millones padecen epilepsia; y 35,6 millones sufren Alzheimer y otras demencias. A pesar de estos datos y de las graves repercusiones de esta situación, su prevención y tratamiento no ha sido prioritario hasta ahora, que la OMS ha promovido este plan de acción.


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26 de mayo de 2013

Jugar a las chapas



Jugar a las chapas
José Antonio Luengo

De niño jugué mucho a las chapas. Un juego de amigos. Con mis amigos, reunidos en ese espacio mágico que deleita y abre la mente cuando la vida es una realidad para ser absorbida a borbotones. Eso es la infancia, un tiempo, y un lugar, en los que el corazón se esponja y vuela. De un sitio a otro, impulsado por la necesidad de jugar, de saltar, de hacer... En compañía, con la alegría de estar con los tuyos, con tiempo por delante, en ese momento en que el ocio o las vacaciones tendían a acunarnos, protegidos de otros mundos, absortos en el disfrute, la alegría compartida, la imaginación, la ilusión por estar y hacer con los otros, en la calle, dejados a un lado los libros, los deberes y otras presiones.

Las chapas, además de un juego que trascendía las calles, barrios, pueblos y ciudades (todos los niños y niñas, viviéramos donde viviéramos, jugábamos a las chapas), supusieron también un contexto de curiosa investigación. Chapas de ciclistas o de futbolistas, chapas rellenas de plomo, adecuadamente aplanado y recortado, o de masilla utilizada en la época en las juntas de los cristales en las ventanas; chapas vestidas, también, de pasta de papel. Trabajadas en su base con un martillo (que alisaba cuidadosamente la superficie para facilitar su desplazamiento), o, simplemente, en bruto; abiertas como una flor, delicadamente, con precisos alicates, o limadas en sus bordes para favorecer un limpio y poco agresivo golpeo con el oportuno dedo; normalmente el corazón. En ocasiones el índice.

Un mundo de artesanía, tecnología e innovación pensado y vivido para pasar el rato; el rato no, más bien las horas. Para reunirnos, hacer equipos, campeonatos, clasificaciones. Un mundo para la conversación también. Para seguir mejorando, haciendo nuestras las mejoras, los prototipos. Un mundo para estar juntos, en la calle, nuestra calle. La mirada y la voz, las risas y las carreras, como espacio para la relación, y la comunicación. Y para aprender juntos, muchas cosas. 

Hace poco han caído en mis manos unas fotos familiares. En ellas aparezco jugando a las chapas en la compañía de mis hermanos. Los recuerdos de la infancia se nutren con las fotos; de ellas surgen, otra vez, los colores, los olores, las sensaciones, las risas del momento. Un momento único, irrepetible. Cargado de imágenes en paralelo. Y de sonidos, charlas y conversaciones. Las que manteníamos entre nosotros, en la confianza del grupo, con su espontaneidad y complicidad. Con mucha complicidad. O las que manteníamos con nuestra madre, mientras jugábamos en la calle, que avisaba de la hora de entrar en casa o de que el bocadillo estaba listo. ¡Madre mía!, nunca mejor dicho, los bocadillos de tortilla fría que me habré comido mientras sentados, los amigos, charlábamos de nuestras cosas, mil cosas, del último partido jugado, o de la nueva tecnología (para las chapas) que había diseñado alguno de la panda… La sonrisa en nuestra cara, la alegría en grupo, la mirada fresca, las ganas de seguir ahí, con ellos. Las ganas de retrasar, por favor, la orden de vuelta a casa que indefectiblemente iba a llegar antes o después. Sentados en el suelo, o en los bancos; o tumbados en la hierba, mirando al cielo. A veces estrellado. En las noches de verano. Sin tener que levantarse temprano a la mañana siguiente. Con el curso terminado. Con los padres a sus cosas. Y nosotros a lo nuestro. Imaginando, creando juntos, y construyendo, también, los mejores cimientos de nuestro mundo interior. Sin darnos demasiada cuenta. Pero siempre con ellos, con tus amigos. 

Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Sinceramente lo creo. Cumplida ya cierta edad, según vamos madurando, es decir, echando años a la espalda, existe una cierta tendencia a repasar lo pasado, a mirar atrás, recapitular a veces o, simplemente, recordar. Lo hacemos con frecuencia. Esta tendencia a pensar en lo recorrido con anterioridad y pensar en lo que vivimos antaño tiene cierta lógica toda vez que los acontecimientos que nos llegan en el presente, los que vivimos en el día a día, lo que nos pasa o les pasa a quien conocemos, son más fácilmente comprensibles si los comparamos con lo que ya ocurrió, lo que sucedió, aquello que situó nuestra experiencia en el mapa que hemos ido trazando mientras vivíamos. Un mapa real, construido poco a poco, expansivo, en ocasiones explosivo, suave y plácido en otras. Cargado también de accidentes, esos que nos permitieron ver salidas y caídas que nunca hubiéramos imaginado. Los caminos que recorrimos, las experiencias que tuvimos, las personas con las que crecimos, los amigos del alma, los conocidos, aquéllos que significaron algo y los que no. El mundo que habitamos, con sus ritmos, cadencias, música, monstruos y salvadores. Con sus demonios y ángeles.

Tendemos a comparar. Lo actual y lo pasado. Lo que ocurre y pudo ocurrir, años atrás. En nuestra vida, pero no solo. En la vida, en general. Comparamos vivencias, sensaciones, sentimientos, experiencias, ideas, miradas, amores, silencios y alegrías. Comparamos, claro, el dolor con el dolor vivido, la angustia con la ansiedad pasada, la ilusión presente con la ilusión sentida, años atrás. Y comparamos, también, valores. Los que, lo queramos o no,  galvanizan la experiencia y decisiones adoptadas, y explican su sentido y orientación. Comparamos porque hemos vivido, muchos ya mucho; y guardado, almacenado hechos y momentos sustanciales en el proceso. Hechos y momentos que abrieron o cerraron puertas, abrazaron o laminaron ilusiones, intenciones, deseos o  la fuerza que llegamos a sentir en nuestro interior; para ser, crecer, casi volar, del presente al futuro. Para construirnos un futuro.

Pasados los cincuenta corremos el riesgo de comparar demasiado. Y ser, un poco, el abuelo cebolleta que siempre tiene una anécdota para dar comentar lo último que escucha, ve o vive incluso. Batallitas, películas, que pretenden dar respuesta a los porqués de lo que ocurre, a cada cosa nueva digna de ser comentada. Procuro huir como de un nublado de esa pose de  sabelotodo ante las cosas y ante los demás, sobre todo si son más jóvenes que tú; cosa (estar rodeado de gente más joven) que, por otro lado, cada vez se da con más frecuencia. Metidos en este mundo en que la comunicación anida de modo especial en lo virtual y en las pantallas, e inquieto por el escaso valor de la calle como espacio educativo en nuestra organización social, he de reconocer que pensar en las chapas y en cómo jugábamos por aquel entonces me ha hecho pensar en la posibilidad de hacer alguna comparación. Aprovechada, sin duda. Pero no lo voy a hacer. Cada tiempo tiene su momento y cada momento abre la puerta al tiempo. Al tiempo que permite a los seres humanos encontrarse con su propio yo, conocerse, reconocerse. Y estar, ser, construirse día a día. Y ahora parece tocar lo que toca. 

Aún conservo mis chapas. Las de mis últimos tiempos en el suelo, en pantalones con rodilleras… Qué invento las rodilleras. Atrás quedaron otras, de ciclistas, fantásticas. Elaboradas con una tecnología que permitía un deslizamiento suave y preciso… Hace tiempo que no las veo. Les echaré un vistazo un día de estos. Y procuraré recordar. Todo lo que pueda. Y sonreír. Echo de menos tumbarme de noche y mirar las estrellas, con mis amigos. Y charlar. E imaginar el mundo que íbamos a construir juntos. Tengo que volver a hacerlo. Este verano, sin falta.




22 de mayo de 2013

Proyecto de alumnos ayudantes en TIC. INFORMES DE EVALUACIÓN

Proyecto de alumnos ayudantes en TIC. INFORMES DE EVALUACIÓN

Primeras experiencias del proyecto 


El proyecto de alumnos ayudantes en TIC continúa. En  varios y diferentes contextos. A fecha de hoy, 22 de mayo, se ha implementado en Alcorcón en los centros que se citan a continuación. Es relevante señalar, asimismo, que los alumnos ayudantes del IES Prado de Santo Domingo van a desarrollar la actividad de formación y sensibilización en los tres cursos de 6º de educación primaria del CEIP Parque de Lisboa, de la misma localidad, la semana que viene. Su interés por aprovechar la experiencia, apasionante según sus propias palabras, es un hecho.

La experiencia sigue su curso en el IES Satafi, de Getafe, estando pendiente realizar alguna actividad de sensibilización en el CEIP Mariana Pineda antes de la finalización de este mismo curso. Idéntica situación se concreta en las experiencias del Colegio Mirasur, de Pinto y Alkor, de Alcorcón, en pleno proceso de formación de alumnos ayudantes. Y mañana empezamos el trabajo en el IES Los Rosales, de Móstoles, centro en el que la disposición para el trabajo es, sencillamente, admirable. De las que te hacen sonreír de satisfacción por la implicación y compromiso del equipo directivo y del departamento de orientación del centro.


Reflexionar sobre lo hecho es imprescindible. E imprescindible es analizar la visión y experiencia que han vivido los protagonistas de nuestros proyectos, de las ideas en desarrollo, de los planes puestos en marcha. La relación con los alumnos SIEMPRE es satisfactoria. Su mirada, su espontaneidad, su crítica, su frescura, su perspectiva, el modo en que miran y ven las cosas. Y sus opiniones.


Preguntar por lo que piensan, por lo que han vivido, por la lectura e interpretación que han hecho de lo hecho, y, por supuesto, de lo que han sentido, de lo percibido, de lo que entienden que es mejorable, de lo que ha movido sus intereses y de aquéllo que ha podido, según su criterio, sobrar.


Los informes que a continuación se detallan recogen: 


(1) la evaluación efectuada por los alumnos de 5º y 6º de educación primaria del CEIP Fernando de los Ríos, de Alcorcón, valorando las sesiones de formación impartidas por grupos de alumnos de ayudantes del IES Prado de Santo Domingo; p
ara el desarrollo de esta información, hemos utilizado sistemas sencillos de evaluación, basados en las escalas psicométricas Likert, de amplio uso en ciencias sociales para la investigación.

y (2) la síntesis de evaluación que  perfila las opiniones de 19 alumnos ayudantes, alumnos de 4º de la ESO del IES Prado de Santo Domingo, de Alcorcón, relativas a dos procesos específicos: por un lado, las sesiones de información y formación que se llevaron a efecto con ellos para su preparación como alumnos ayudantes en TIC y formadores del alumnado de tercer ciclo de educación primaria del CEIP Fernando de los Ríos, centro cercano al IES citado y en el que algunos de los alumnos ayudantes cursaron las enseñanzas de educación infantil y primaria. Y, por otro lado, la propia experiencia de intervención en las sesiones de sensibilización en el colegio.





Informe CEIP Fernando de los Ríos
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Informe Alumnos Ayudantes 
IES Prado de Santo Domingo

Autoevaluación
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Ver Proyecto de Alumnos Ayudantes en TIC


13 de mayo de 2013

Recursos educativos contra la violencia de género

Recursos educativos contra la violencia de género


La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), junto con el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha anunciado la actualización del portal Web sobre información y sensibilización contra la violencia de género:


Este portal, dirigido a los profesionales de los centros educativos, proporciona diversos materiales de interés para la sensibilización, prevención, detección e intervención en violencia de género, especialmente diseñados para jóvenes.La página Web también describe una serie de actividades (para realizar tanto dentro como fuera del aula), así como proporciona un listado de recursos de utilidad, tales como cuentos, lecturas, canciones, guías o materiales audiovisuales.

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3 de mayo de 2013

Informe sobre el Bienestar Infantil en los Países Ricos UNICEF, abril 2013

Informe sobre el Bienestar Infantil en los Países Ricos
UNICEF, abril 2013





El pasado 10 de abril de 2013 se publicó el Informe sobre el Bienestar Infantil en los Países Ricos, realizado por UNICEF. Para la elaboración de este documento se han tenido en cuenta cinco dimensiones de la vida de los niños: bienestar material, salud y seguridad, educación, conductas y riesgos, vivienda y medio ambiente. El informe consta de tres partes en las que aborda los siguientes temas: 1) clasificación del bienestar infantil de 29 países occidentales; 2) opinión subjetiva de los niños sobre su propio bienestar; y 3) examen de los cambios en el bienestar infantil durante los últimos 10 años.


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2 de mayo de 2013

Corro, ¿luego huyo? (2)

José Antonio Luengo

Vengo de correr ahora mismo. Me acabo de duchar, impaciente por ponerme a escribir sobre el mismo hecho de correr, de salir corriendo, de ponerte las zapatillas, el pantalón corto y la camiseta y marcharte, irte, por ahí. Solo. Sin música. Escuchando y escuchándote. Sin más. Lo que surge.

Me siento, ahora, recién duchado, con un vinito al lado, deseoso de poner orden a las cosas que han venido a mi mente, las ideas surgidas, el recorrido mental vivido. Una hora. Diez kilómetros más o menos. Sin forzar demasiado. Las piernas van solas, especialmente cuando la mente fluye rápida, ágil, sencilla, juguetona. Hoy se movía así. Dejándote ir, como quien hace otra cosa, como quien mira hacia el infinito, como quien se sienta frente al mar y, simplemente, está. Sin más. Qué más da dónde. Está. Físicamente ahí. Mentalmente, ¡véte a saber!


Hace unos meses escribí la primera parte de este breve relato sobre las complejas relaciones entre el acto de correr, habitualmente, y alguna derivada suya, relacionada al parecer con la necesidad de huir o escaparse de cosas, personas, ideas, miedos, desesperanzas... Hoy escribo otra vez, curioso incluso por ver cómo voy a explicar lo que intento contar. Lo surgido mientras corría, una tarde estupenda para hacerlo, sin frío ni calor, sin viento que sortear; sin grandes cuitas en la cabeza. Las normales, las de todo el mundo, entiendo.

Tengo una amiga de Cádiz, exalumna, andaluza por los cuatro costados. Suele contarme sus cosas, de vez en cuando. No todo le va bien en este momento. Pero me habla con tranquilidad. Sin miedo. Sin miedos. Se sienta y habla, mirando a los ojos. Con el corazón abierto. Un corazón grande, enorme, que busca su espacio, y lucha por ello. Espacio para estar, construirse cada día, con la verdad por delante, sin telarañas ni rebabas. Franca, desea crecer, con esfuerzo, y dudas; claro, con dudas e incertidumbres. Y desasosiegos. Busca en su interior y cuenta, habla, de lo que no le gusta de sí. Aquello que eliminaría, si pudiera, de su mente, más que de su corazón. Porque éste, el corazón, es limpio como pocos. Imagino que ya ha llegado a odiarme. Porque siempre, siempre, le pido, le imploro, casi, que, en los momentos malos, corra. Que se calce, vista y corra. Que se cuelgue los cascos de música y salga a trotar, poco a poco. Muy poco a poco al principio. Casi sin sentir. Andar rápido casi. Salir, notar tu corazón acelerado. Sentir el sudor en tu piel. El esfuerzo, la disciplina al principio. El hábito, la tranquilidad, la ilusión, las ganas y el deseo, luego.

Correr para pensar, pensarte, le digo. Incluso repensarte. Encontrarte vivo ahí, al lado de quien corre, que, claro, eres tú mismo. Correr, le digo también, es una conversación contigo misma. Que no se da en otro escenario, con tanta intensidad y claridad, como en este. Corre, le repito mil veces. Mil veces le digo, mil la miro, mil la abrazo. Para que corra. Para que vaya. Para que se vaya. Para que se escape. Para que surque mil y un mares mientras suena, ordenado, su corazón. Mientras sueña. Mientras fluye, explícita y lúcida, su mente. Mientras se mece, curiosa y divertida, el alma.


Huir, corriendo, está bien, decía hace unos meses. ¿Por qué va a estar mal? Huir no es de cobardes. Porque, cuando corres, huyes para volver más fuerte. Y vuelves más fuerte.Te escapas. Ese otro que ha corrido contigo, esos otros que te han acompañado, te han hecho más fuerte. Y no es de cobardes porque, sobre todo, cuando corres sabes que vuelves, que vas a volver. Huyes sin hacer daño. Sin herir. Huyes solo. Sin que nadie sepa que lo estás haciendo. Huyes de ti, para acercarte al yo que quieres ser. Ese que te haga huir menos. Buscar menos en otros, en esos otros que piensan mientras tú corres, mientras les prestas el corazón, y tus músculos. Y también tu propia mente. Y, especialmente, tu alma. Esta, el alma, es el argumento por el que huyes, con el que huyes, y con el que te construyes, un poco más cada día.


Correr te hace mejor, creo. Cada día. Porque hermana esfuerzo y disciplina, coraje y convencimiento. Porque nutre el cuerpo. Y la mente. E ilumina el alma. Aire fresco en tus pulmones, en tus venas, en forma de oxígeno vivo que corre y recorre nuestro organismo. Se lanza, brioso, valiente, por nuestro interior. Correr hace incompatible la existencia y la ansiedad. Estar y sufrir. El estrés huye, asustado, inundado casi por el flujo de hormonas que alivian nuestra mente, la tornan ágil, optimista, esponjada, mullida. Y cómoda, por tanto. Nuestra. La reconocemos. Es nuestra. Y nos gusta.


Correr te hace mejor porque abre la mente. Como se abren las ventanas por la mañana, tras una larga y tensa noche de insomio. La torna expansiva, transparente. Fresca y clara. Sin reticencias ni reservas. Y así, despierta nuestra alma, nuestra capacidad para ver en nuestro interior, como si de una película se tratara, es capaz de señalar, con sencillez, nuestros puntos más oscuros. Detalla y localiza nuestros miedos y defectos más significativos. Encuentra nuestro peor lado, el espacio desagradable que habita nuestro interior más sensible. El que habilita y despliega nuestros fallos, los errores que nos definen. Correr te ayuda a mostrarte, a verte, en tu lado menos amable. Hay que querer hacerlo, sí, claro. Porque correr, también, puede protegerte; sabe hacerlo. Correr y no pensar. Ir sin más. Está bien. Pero yo busco ese espacio gris, propio, mío, intransferible, mientras corro. Mientras corro, me veo, como si yo mismo fiera a mi lado, y selecciono aquello que pretendo mejorar. Mis miserias, que las tengo. Mis errores, que los tengo, y cometo. Y no pocas veces, por desgracia. Me veo y veo, al lado. Y escucho el diálogo interior que yo mismo provoco. Un diálogo entre dos, que somos el mismo. Más sincero. Claro. Ese que me permite decir y escuchar, de modo explícito, lo que ordinariamente escondo, o camuflo. Como si no existiera; para otro día. Otro día será. 


Hoy sí miro, sí quiero. Correr, sin embargo, me permite encarar, arrostrar, hacer frente. Sin miedo. Y con el ánimo de salir, de una vez, de la angostura, de la estrechez de actitudes y conductas que forman parte de mi peor yo. Las veo y escapo, mientras corro y salto al otro lado. Al lado soleado, respetuoso, flexible, elástico, maleable... El lado cariñoso e indulgente. Sonriente y amable. El lado que permite estar de otra manera en la adversidad, en el conflicto, en el dolor. También en el desacuerdo, incluso en el desamor... El que no prejuzga, el que no juzga. El que sonríe y siente paz. 


Hay una condición, ya la he comentado. Hay que querer entrar ahí. Mientras corres. Y siempre dejarte llevar. Cuando te quieres dar cuenta, casi has terminado... de correr  

:)




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José Antonio Luengo Latorre es Catedrático de Enseñanza Secundaria de la especialidad de Orientación Educativa. Es Decano-Presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y Vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España. Licenciado en Psicología. Habilitado como Psicólogo Sanitario por la CM y experto en Psicología Educativa y en Psicología de la actividad física y del deporte (Acreditación del Consejo General de la Psicología de España).. Desde octubre de 2002, ocupó el cargo de Secretario General de la Oficina del Defensor Menor en la Comunidad de Madrid y desde julio de 2010 fue el Jefe del Gabinete Técnico del Defensor del Menor, hasta la supresión de la Institución, en junio de 2012. Ha sido profesor asociado de la Facultad de Educación de la UCM y de la UCJC. Es profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En la actualidad es psicólogo de la Unidad de Convivencia. Coordinador del Equipo de apoyo socioemocional, dependiente de la Subdirección General de Inspección Educativa de la Consejería de Educación de la CM. Twitter: @jaluengolatorre

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